"Para mí, la oración es un impulso del corazón, es una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, es un grito de reconocimiento y de amor tanto desde el juicio y la alegría."
- CIC, no. 2558, citando a Santa Teresa de Lisieux,
Manuscrits Autobiographiques, C 25rr
Descripciones de oración son abundantes en toda la historia del cristianismo.
"La verdadera oración", escribió San Agustín, "es nada más que el amor." La oración debe surgir del corazón. "La oración", dijo St. John Vianney, "es el baño interior de amor en la que el alma se sumerge en sí mismo."
"Cada uno de nosotros necesita media hora de oración cada día", comentó St. Francis de Sales, "excepto cuando estamos ocupados-entonces necesitamos una hora."
Las definiciones de la oración son importantes, pero insuficientes. Hay una gran diferencia entre saber acerca de la oración y la oración. Sobre este tema, la Regla de San Benito es clara: "Si un hombre quiere orar, lo dejó ir y rezar."
San Juan Damasceno dio una definición clásica de la oración:
"La oración es la elevación de la mente y el corazón de uno a Dios o la petición de las cosas buenas de Dios" (CIC, no. 2559, citando a San Juan Damasceno, De Fide Orth. 3, 24).
El Catecismo define claramente la oración como una "relación vital y personal con el Dios vivo y verdadero" (CIC, no. 2558). La oración es cristiana "en cuanto es comunión con Cristo" (CIC, no. 2565), y un " relación de alianza entre Dios y el hombre en Cristo "(CIC, no. 2564).